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domingo, 6 de noviembre de 2016


Objetivo educativo: Comprender, analizar y producir crónicas periodísticas y entrevistas adecuadas con las propiedades textuales, los procesos, elementos de la lengua y objetivos comunicativos específicos para adquirir una actitud crítica e interpretar su propósito

UN VIAJE A LAS ISLAS ENCANTADAS

Por corresponsal C. Bravo Rojas


Después de esperar más de una hora en el aeropuerto de Guayaquil, por fin el avión despegó. Comenzamos a volar sobre el mar. Nada se veía más que agua y nubes. Sobre el agua rizada, se veían pájaros blancos que parecían como los que hacen los niños en papel. Mi vecino de asiento me dijo que eran gaviotas. Luego ya no vimos más que agua, agua y nubes, preciosa agua de color verde azulado. Después de una hora de vuelo, comenzamos a ver las islas.


Finalmente aterrizamos en el aeropuerto de la Isla Baltra. Tan pronto llegamos, nos llevaron a una canoa que nos trasladó a la isla Santa Cruz. Allí fuimos a un hotel. Dejamos nuestro equipaje y como teníamos tantas ganas de ir a la playa, nos llevaron por un chaquiñán hasta una playa que parecía hecha de azúcar. Frondosos árboles nos daban una refrescante sombra. Realmente hacía tanto calor, que encontrar esta sombra, fue un remanso.







Rápidamente nos metimos a nadar. De pronto, encontramos algunos lobos marinos. Nadábamos junto a ellos. Daban vueltas alrededor de nosotros. ¡Qué velocidad!, los humanos nadamos despacio; ellos, nadan tan velozmente, que uno los ve pasar y pasar y nunca los alcanza. Allí pasamos la tarde hasta cuando comenzó a oscurecer. Entonces regresamos al hotel. Íbamos felices, descansados, el agua de mar relaja y da sueño. Solo pensábamos en lo que nuestros sentidos habían experimentado esa tarde: el horizonte, la tranquilidad, el sonido del mar. Caímos como piedras, después de la merienda.

A veces uno se da cuenta de que no aprecia las bellezas que tiene nuestro país. No hemos aprendido todavía a cuidarlas. Dicen que el turismo ha cambiado mucho el aspecto de las Islas. ¡Qué lástima que solo hasta ahora se ha comenzado a pensar en el turismo ecológico! Al día siguiente, el calor nos despertó muy temprano. Salimos hasta la orilla del mar para conocer a los lobos marinos; estos obesos gigantes se complacían echados como los humanos para recibir el sol. Sobre las piedras, grandes iguanas con los colores del arco iris sobre sus lomos, también se calentaban. Yo me imaginaba que eran pequeños dinosaurios. Nerviosas, a veces, volteaban sus cabezas, para observar si representábamos peligro. En otros lugares, sobre la tierra desnuda, piqueros de patas azules nos dejaban acercarnos a dos metros de distancia. A su alrededor, había como una estrella blanca hecha de muchas líneas que salían del centro y se disparaban como rayos de sol hacia afuera. En el centro, un bulto de pelos blancos, como copo de algodón. La cría era enorme con respecto a los padres. Piaba sin parar.




Sus padres le daban de comer en el pico. Las patas eran azules fosforescentes, casi alumbraban. Este color se reflejaba en sus barrigas blancas como la luz que refleja un espejo, pero de color azul. El guía nos explicó que los padres hacían las rayas blancas con sus propios excrementos, para protegerse de las serpientes, que son sus depredadores. Este estiércol les resulta hediondo a las serpientes y por eso no se acercan.


Es un medio para defender el nido, o más bien, su territorio, porque estas aves no fabrican nido. Luego vimos las fragatas. ¡Qué hermosos pájaros!, los machos con el buche rojo inflado como un globo de cumpleaños, volaban y aterrizaban, pero no bajaban al agua. Solo estaban a la caza de los peces que traían las aves pescadoras. Se mezclaban con ellas, y cuando alguna subía con un pez en el pico, las fragatas lo robaban en pleno vuelo. Luego preguntamos al guía por qué no pescaban ellas y nos dijo que sus patas no eran palmeadas y por eso no podían amarizar y tampoco nadar. Su estrategia de alimentación era esa: el robo. Pasamos tres días más visitando otras islas, todas llenas de maravillas. Lo último que visitamos fue el Parque Charles Darwin, donde conocimos las tortugas Galápagos. 







¡Qué animales enormes! Las vimos alimentándose, intentando aparearse, caminando, bebiendo agua. Verdaderamente parecen de la prehistoria: arrugadas, con sus casas a cuestas, caminando lento, aunque en realidad, rápido para su tamaño. Salimos de las islas otra vez desde el aeropuerto de Baltra… nuestro viaje había terminado, dejando muchos sentimientos en nosotros. Este viaje me ha comprometido con las bellezas naturales de mi país. Ver tanta maravilla y también ver cómo los humanos somos capaces de menoscabar el hábitat de otros seres, me ha dado mucha pena. Creo que en adelante seré una defensora de nuestra gran riqueza natural.



Vídeo referente a las Islas Galápagos





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