Objetivo educativo: Comprender, analizar y producir
crónicas periodísticas y entrevistas adecuadas con las propiedades
textuales, los procesos, elementos de la lengua y objetivos comunicativos
específicos para adquirir una actitud crítica e interpretar su propósito
UN VIAJE A LAS ISLAS ENCANTADAS
Rápidamente nos
metimos a nadar. De pronto, encontramos algunos lobos
marinos. Nadábamos junto a ellos. Daban vueltas
alrededor de nosotros. ¡Qué velocidad!, los humanos nadamos
despacio; ellos, nadan tan velozmente, que uno
los ve pasar y pasar y nunca los alcanza. Allí pasamos
la tarde hasta cuando comenzó a oscurecer. Entonces
regresamos al hotel. Íbamos felices, descansados, el agua
de mar relaja y da sueño. Solo pensábamos en lo que nuestros
sentidos habían experimentado esa tarde: el
horizonte, la tranquilidad, el sonido del mar. Caímos como
piedras, después de la merienda.
Por corresponsal C. Bravo Rojas
Después de esperar
más de una hora en el aeropuerto de Guayaquil, por fin
el avión despegó. Comenzamos a volar sobre el mar.
Nada se veía más que agua y nubes. Sobre el agua rizada,
se veían pájaros blancos que parecían como los que hacen
los niños en papel. Mi vecino de asiento me dijo que eran
gaviotas. Luego ya no vimos más que agua, agua y nubes,
preciosa agua de color verde azulado. Después de una hora
de vuelo, comenzamos a ver las islas.
Finalmente
aterrizamos en el aeropuerto de la Isla Baltra. Tan pronto llegamos,
nos llevaron a una canoa que nos trasladó a la
isla Santa Cruz. Allí fuimos a un hotel. Dejamos nuestro
equipaje y como teníamos tantas ganas de ir a la playa, nos
llevaron por un chaquiñán hasta una playa que parecía
hecha de azúcar. Frondosos árboles nos daban una refrescante
sombra. Realmente hacía tanto calor, que encontrar esta
sombra, fue un remanso.
A veces uno se da
cuenta de que no aprecia las bellezas que tiene nuestro
país. No hemos aprendido todavía a cuidarlas. Dicen
que el turismo ha cambiado mucho el aspecto de las Islas.
¡Qué lástima que solo hasta ahora se ha comenzado a pensar
en el turismo ecológico! Al día siguiente, el
calor nos despertó muy temprano. Salimos hasta la
orilla del mar para conocer a los lobos marinos; estos obesos
gigantes se complacían echados como los humanos para
recibir el sol. Sobre las piedras, grandes iguanas con
los colores del arco iris sobre sus lomos, también se
calentaban. Yo me imaginaba que eran pequeños dinosaurios.
Nerviosas, a veces, volteaban sus cabezas, para
observar si representábamos peligro. En otros lugares,
sobre la tierra desnuda, piqueros de patas azules nos dejaban
acercarnos a dos metros de distancia. A su
alrededor, había como una estrella blanca hecha de muchas
líneas que salían del centro y se disparaban como rayos de sol
hacia afuera. En el centro, un bulto de pelos
blancos, como copo de algodón. La cría era enorme con
respecto a los padres. Piaba sin parar.
Sus padres le daban
de comer en el pico. Las patas eran azules
fosforescentes, casi alumbraban. Este color se reflejaba en sus barrigas
blancas como la luz que refleja un espejo, pero de color
azul. El guía nos explicó
que los padres hacían las rayas blancas con sus
propios excrementos, para protegerse de las serpientes, que
son sus depredadores. Este estiércol les resulta hediondo
a las serpientes y por eso no se acercan.
Es un medio para
defender el nido, o más bien, su territorio, porque
estas aves no fabrican nido. Luego vimos las
fragatas. ¡Qué hermosos pájaros!, los machos con el buche
rojo inflado como un globo de cumpleaños, volaban y
aterrizaban, pero no bajaban al agua. Solo estaban a la
caza de los peces que traían las aves pescadoras. Se mezclaban con
ellas, y cuando alguna subía con un pez en el pico,
las fragatas lo robaban en pleno vuelo. Luego preguntamos al
guía por qué no pescaban ellas y nos dijo que
sus patas no eran palmeadas y por eso no podían
amarizar y tampoco nadar. Su estrategia de alimentación era esa:
el robo. Pasamos tres días más
visitando otras islas, todas llenas de maravillas. Lo
último que visitamos fue el Parque Charles Darwin, donde
conocimos las tortugas Galápagos.
¡Qué animales
enormes! Las vimos alimentándose, intentando aparearse,
caminando, bebiendo agua. Verdaderamente parecen de la
prehistoria: arrugadas, con sus casas a cuestas,
caminando lento, aunque en realidad, rápido para su
tamaño. Salimos de las islas
otra vez desde el aeropuerto de Baltra… nuestro viaje
había terminado, dejando muchos sentimientos en
nosotros. Este viaje me ha comprometido con las bellezas
naturales de mi país. Ver tanta maravilla y también ver cómo
los humanos somos capaces de menoscabar el hábitat
de otros seres, me ha dado mucha pena. Creo que en
adelante seré una defensora de nuestra gran riqueza natural.
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